AÑO 11 HIGH SCHOOL EN SYDNEY (FEB/APRIL 2016)

Cuando pienso en mi intercambio en Australia automáticamente se me dibuja una sonrisa y los recuerdos afloran. Es muy difícil explicar todo lo que se vive y aprende haciendo estos viajes de estudio y para contar todo lo que experimenté tendría que escribir un libro…

Mi reacción cuando me dijeron de hacer un intercambio en Australia no fue muy buena porque no conocía nada sobre este país y ni siquiera lo tenía en cuenta; es así que mi primer comentario fue «¿Qué voy a hacer en Australia, mirar canguros?». ¡Qué equivocada estaba!

Me contacté con Carola en una feria de universidades australianas acá en Buenos Aires con la intención de «descartar» Australia de una vez por todas, sin embargo, cuando salí de ahí no dude que Australia era el lugar. Las pocas expectativas que tenía fueron superadas ese día; no sólo por las hermosas ciudades y lugares paradisíacos que ofrece sino también por su alto nivel de calidad de vida y educación que los australianos tienen. Ese fue el punto de partida de esta gran experiencia.

Al llegar a Sydney y más puntualmente a la casa, debo admitir que la adaptación a las nuevas reglas y libertades no fueron tan duras como temía. Mi familia era muy atenta, entendían mi situación y desde el primer momento me hicieron sentir como otro integrante de la casa, por eso también debía realizar algunas tareas. Para aquellos que están leyendo esto, no se preocupen!! No es tan difícil y complicado como pensamos, con el tiempo aprendí que si hay que hacerlo, uno lo hace. 

Mi vida como estudiante en una secundaria australiana era de película, la escuela allí era muy distinta a la que asisto en Argentina. Me encantaba el estilo de vida más relajado y la personalidad de mis compañeros, valoré mucho cómo nos integraban a los estudiantes internacionales y su interés por nuestros países y culturas. Debo mencionar también, que nunca en mis tres meses estando dentro o fuera del colegio nadie se río de algún error que cometí o de mi acento argentino, en ningún momento me sentí inhibida por los ciudadanos y eso, creo yo, que ayuda mucho a mejorar el nivel y la fluidez del inglés.

Definitivamente hay un antes y un después del viaje, estando ahí vi con mis propios ojos otro mundo completamente distinto al que tenía en mente y al que estaba acostumbrada a vivir. Durante un intercambio de cualquier tipo y en cualquier lugar uno está en constante aprendizaje. Hasta me animo a decir que si vas a la playa, también estás aprendiendo, estás aprendiendo a cuidar de tus cosas, decidir si llevar un sandwich o comprar comida allí, controlar los vueltos, ponerte protector y miles de cosas más. Es una experiencia que marca tu vida…sí, quieras o no, esta experiencia te marca. Te marca desde el momento en que te decidís a hacerlo y puede que algunos cambios no se sientan estando allí o una vez devuelta en tu país, pero los cambios son «a largo plazo». Yo tuve la suerte de poder hacerlo y todavía, después de tres meses de haber vuelto a Buenos Aires, se me pone la piel de gallina cuando pienso en todo lo vivido. 

Australia es un gran país para hacerlo, te permite desarrollar tu personalidad a fondo y brinda muchas oportunidades no sólo para los nativos sino también para los extranjeros. Vale la pena cruzarse a la otra punta del mundo. Me niego a describir mi experiencia en Australia en pocas palabras, simplemente se me hace imposible.